viernes, 2 de febrero de 2024

Procopio de Cesarea - Guerra Gótica III (32.51 - 33.14)

(32.51) El emperador Justiniano destituyó a Artabanes del cargo que ocupaba, pero no le causó ningún otro daño, ni tampoco a ninguno de los otros, aparte de mantenerlos a todos encerrados, aunque sin pérdida de sus derechos, y además en el palacio, no en la cárcel pública.

(33)  En aquellos momentos de la guerra, los bárbaros se hicieron dueños sin discusión de todo el oeste. Pues la guerra gótica para los romanos, a pesar de que,al principio sus victorias habían sido rotundas, como arriba he dejado dicho, tuvo este resultado 260, hasta el punto de que no sólo malgastaron dinero y muchas vidas para nada, sino que perdieron además Italia y llegaron a ver cómo casi toda Iliria y Tracia eran asoladas por los bárbaros, que se habían convertido en sus vecinos, y devastadas sin ningún miramiento. Esto sucedió del siguiente modo.

Toda la Galia que estaba sometida a los godos se la entregaron éstos al principio de la guerra a los germanos, creyendo que no iban a ser capaces de enfrentarse a ambos pueblos, como dejé dicho en anteriores libros 261. Esto no sólo no pudieron impedirlo los romanos, sino que incluso el emperador Justiniano los animó a llevarlo a efecto, para no encontrar a su paso ningún obstáculo por el hecho de estar esos bárbaros metidos en guerra. Pues los francos no vinieron a considerar nunca que su posesión de la Galia fuera segura mientras el emperador no ratificara esta operación en concreto, poniendo su sello en el documento. Por este motivo, los caudillos germanos ocuparon Masalia 262, la colonia de los foceos, y todas las ciudades de la costa y se hicieron dueños del mar en aquella zona. Hasta se sentaron a ver en Arelato 263 las competiciones hípicas y acuñaron una moneda de oro extraído de las minas de la Galia, sin estampar la efigie del emperador en ese estatero 264, como era costumbre, sino sus propias imágenes. En efecto, el rey persa acostumbra a acuñar la moneda de plata como quiere, pero no se considera lícito imprimir en un estatero de oro su propia efigie o la de cualquier otro rey bárbaro (y eso que hay oro en sus dominios), porque ni siquiera a aquéllos con los que comercian son capaces de pagarles con esa moneda, ni aunque coincida que también sean bárbaros. En fin, así iban las cosas en relación con los francos.

(33.7) Cuando la superioridad de los godos y Totilas en la guerra fue ya un hecho, los francos sin ninguna justificación se apropiaron de la mayor parte del territorio de Venecia, sin que los romanos tuvieran fuerza para mantenerlos a raya por más tiempo, ni los godos fueran capaces de proseguir la guerra  contra ambos pueblos. Mientras tanto, los gépidas 265 tomaron la ciudad de Sirmio 266 y prácticamente todas las de Dacia, tan pronto como el emperador Justiniano se las arrebató a los godos. Esclavizaron a los romanos que allí había e incluso en su imparable avance continuaron hacia adelante, saqueando con enorme violencia el imperio romano. Por esta razón, el emperador no siguió entregándoles los tributos que desde muy atrás estaban acostumbrados a recibir de los romanos. A los longobardos, por su parte, el emperador Justiniano los obsequió con la ciudad de Nórico 267, con las plazas fuertes de Panonia y muchos otros lugares de allí, junto con grandes cantidades de dinero. Fue por esto por lo que los longobardos salieron de sus tierras patrias y se asentaron en el lado de acá del río Istro 268, no muy lejos de los gépidas. Saquearon Dalmacia e Iliria hasta las fronteras de Epidamno e hicieron muchos esclavos.

Cuando algunos prisioneros se les escapaban y conseguían regresar a su casa, estos bárbaros recorrían el imperio, como aliados que se consideraban de los romanos, y en cualquier sitio donde vinieran a reconocer a algunos de los fugitivos, los capturaban, como si los huidos frieran sus propios esclavos, y hasta los sacaban a rastras del lado de sus padres y se los llevaban consigo a sus propiedades, sin que nadie se lo impidiera. Además, otros lugares de Dacia, por donación del emperador, los ocuparon los hérulos en las cercanías de la ciudad de Singiduno 269, territorios donde ahora están asentados y desde donde efectúan sus amplísimas correrías y saqueos sobre Iliria y la región de Tracia. Algunos de ellos incluso han llegado a convertirse en soldados del ejército romano,  formando en las filas de los que se llaman «federados» 270. Así pues, siempre que son enviados a Bizancio los embajadores de los hérulos, de esos hombres, sí, que saquean a los súbditos romanos, salen de allí sin ningún problema llevándose todos los tributos que reciben del emperador 271.

Notas

260 Cf. la expresión, por ejemplo, en II 30, 54.

261 Cf. V 13, 15 ss.

262 Hoy Marsella.

263 Hoy Arlés.

264 «Sólido» o nómisma en Procopio: cf., por ejemplo, VII, 1, 30; 17, 11 y 15; Historia secreta XXV 12.

265 Cf. III 2, 2.

266 En la antigua Panonia. Hoy Mitroviça: cf. Historia arcana X V III18.

267 Seguramente la capital de la provincia de Noricum, la ciudad de Noreia„ hoy Neumarkt.

268 Es decir, en la orilla sur del Danubio.

269 Hoy Belgrado.

270 Cf. supra η. 242.

271 Sobre el pago de tributos a los bárbaros (cf, 1 22, 3 ss.; II 10, 24; VII 33, 9, etc.) a cambio de la paz cf. Historia secreta VIII 5 s, (y el comentario de J. Signes Codoñer en su traducción de esta obra, B.C.G. 279, pág, 195, n. 103, donde califica este procedimiento de «principio de la diplomacia imperial» a lo largo de su historia).

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